Todos los bautizados debemos ser conscientes de que al insertarnos en el cuerpo de la Iglesia, nos convertimos en misioneros, como nos dice el Decreto Conciliar Ad Gentes: "La Iglesia peregrina es, por naturaleza, misionera, ya que tiene su origen, según el plan de Dios Padre, en la"misión" del Hijo y del Espíritu Santo" (AG, 6). La misión de cada persona es llevar la Palabra de Dios a cada rincón, a cada persona. Como nos dice el Papa Francisco, debemos ser una "Iglesia en movimiento" y no sólo católicos que viven su fe en los templos.
En Santa Teresinha do Infino Jesús es el ejemplo
Aunque vivió en el Carmelo y fue consumida día tras día por la tuberculosis, Santa Teresa fue una misionera ejemplar porque la amaba. Y si amas, no ves obstáculos para estar con tu hermano en una misión. "¡Oh Jesús, mi amor! Finalmente encontré mi vocación: mi vocación es el Amor.... Sí, encontré mi lugar en la Iglesia, y ese lugar, oh Dios mío, tú me lo diste..... En el corazón de la Iglesia, Madre mía, Yo seré el Amor.... ¡Entonces seré todo! De esta manera mi sueño se hará realidad", escribió en sus memorias, "hay muchos ejemplos de cómo Santa Teresa vivió su misión. Pero quizás lo más emblemático, y debe estar en nuestro foco, es cuando ella, los domingos y días festivos, pone su escaso tiempo libre para estar con los más necesitados. Pero, ¿por qué debemos tener en cuenta este ejemplo?Simple: porque los católicos debemos mirar a los que no tienen las mismas posibilidades que nosotros. Si somos bendecidos por Dios por tener una vida digna, saludable y sostenible, debemos agradecerle constantemente por ello. Pero la sociedad no sentirá nuestro sentido de gratitud si tan sólo rezamos. Por lo tanto, debemos actuar!
¡Santa Teresa, ayúdanos!
No es una tarea sencilla. Lo sabemos. Pero la acción misionera es un acto de amor y gratitud, como hemos visto y podemos reiterarlo con las palabras del Papa Francisco: "Es libre en la libertad de Dios, que se realiza en el amor. Y esta es la libertad que Dios nos da, y no podemos perderla: la libertad de adorar a Dios, de servir a Dios y también de servirlo en nuestros hermanos y hermanas. No es querer tomar la justicia en sus propias manos o simplemente hacer la vida más fácil a aquellos que tanto lloran y luchan por la dignidad.Jesús no se acercó al ciego, al cojo, al leproso y a tantos otros necesitados, porque sentía pena por ellos. Los tocó, porque la cercanía emana amor y sanación. El Hijo de Dios los sanó instantáneamente porque sabía que dentro de cada uno de ellos la fe estaba dormida. Ya que no tenemos este poder, podemos sanar a los hermanos y hermanas necesitados estando presentes, llevando la Palabra, siendo misioneros como lo fue Santa Teresa.
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